Experimentar, disfrutar
y expresar a Cristo (2) – Semana 7
Aquel que es formado en los creyentes
Versículos relacionados
Gálatas 1:15-16
15 Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre, y me llamó por Su gracia,
16 revelar a Su Hijo en mí, para que yo le anunciase como evangelio entre los gentiles, no consulté en seguida con carne y sangre,
Gálatas 4:5-6
5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la filiación.
6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de Su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!
Romanos 1:17
17 Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: “Mas el justo por la fe tendrá vida y vivirá”.
Romanos 8:18
18 Pues considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de compararse con la gloria venidera que en nosotros ha de revelarse.
1 Corintios 2:10
10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios.
1 Pedro 1:5
5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero.
1 Pedro 5:1
1 Por tanto exhorto a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que ha de ser revelada:
Juan 17:3
3 Y ésta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a quien has enviado, Jesucristo.
Juan 3:16
16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no perezca, mas tenga vida eterna.
Lectura relacionada
Cuando Saulo de Tarso —quien iba camino a Damasco para apresar a los que invocaban el nombre del Señor— se oponía a Cristo y perseguía a las iglesias, Cristo se apareció a él. Al encontrarse con Cristo allí, Saulo vio a Cristo, fue cautivado por la aparición de Cristo y llegó a ser Pablo el apóstol. Años después de su conversión, el apóstol declaró en Gálatas 1:15-16 que le agradó a Dios revelar a Su Hijo en él. Aquí Pablo no dijo que Cristo se le reveló a él, sino que le agradó al Padre revelar a Cristo en Pablo. Esta revelación no es meramente una visión externa, sino una vista interior … Esta visión interna lo hizo un apóstol y lo hizo apto como tal, de modo que —en vez de meramente enseñar doctrinas y teología según cierta religión— él pudiera presentar a otros al mismo Cristo que había sido revelado en él. (La conclusión del Nuevo Testamento, pág. 3393)
[Gálatas 1:11-12] revela que el evangelio de Pablo no fue enseñado por el hombre, que el hombre no fue la fuente de su evangelio y que él recibió una revelación maravillosa del evangelio procedente directamente del propio Señor.
Aquí la revelación de Cristo no se refiere meramente a la revelación recibida mediante Jesucristo o a la revelación con respecto a Cristo; más bien, se refiere a la persona de Cristo, quien fue revelado en el apóstol. Pablo recibió el evangelio mediante tal revelación personal. La revelación consiste en abrir el velo a fin de mostrar algo escondido a la vista.
El evangelio que el apóstol recibió por la revelación de Cristo es el centro de la revelación de Dios en el Nuevo Testamento (Ro. 1:1, 9). El evangelio de Pablo es una revelación del Dios Triuno que fue procesado para llegar a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Gá. 3:2, 5, 14). Su evangelio está centrado en que el Dios Triuno es nuestra vida para ser uno con nosotros y hacernos uno con Él a fin de que podamos ser el Cuerpo de Cristo con miras a expresar a Cristo en una manera corporativa (Ro. 8:11; 12:4-5; Ef. 1:22-23). El enfoque central del evangelio de Pablo es Dios mismo en Su Trinidad, quien llega a ser el Espíritu procesado y todo-inclusivo a fin de ser la vida y el todo para nosotros con miras a nuestro disfrute de modo que Él y nosotros seamos uno para expresarlo a Él por la eternidad (Gá. 4:4, 6; 3:13-14, 26-28; 6:15).
El Hijo de Dios, quien es la corporificación y expresión de Dios el Padre (Jn. 1:18; 14:9-11; He. 1:3), es vida para nosotros (Jn. 10:10; 1 Jn. 5:12; Col. 3:4). El deseo que Dios tiene en Su corazón es revelar a Su Hijo en nosotros para que lo conozcamos, lo recibamos como nuestra vida (Jn. 17:3; 3:16) y seamos hechos hijos de Dios (1:12; Gá. 4:5-6) … Los judaizantes habían fascinado a los gálatas al grado que éstos consideraban las ordenanzas de la ley como superiores al Hijo del Dios viviente. Por tanto, al comienzo de esta Epístola el apóstol dio testimonio de que había estado profundamente involucrado en el judaísmo y que había progresado mucho en esa esfera, pero que Dios, al revelar a Su Hijo en él, lo había rescatado de esa corriente del mundo, la cual era maligna a los ojos de Dios. En su propia experiencia, el apóstol pudo comprobar que no había comparación entre el Hijo del Dios viviente y el judaísmo con sus tradiciones muertas que había heredado de sus antepasados.
En 1:16 Pablo recalca el hecho de que el Hijo de Dios fue revelado en él. Esto indica que Dios nos revela a Su Hijo en nosotros. Esto no es externo, sino interno; no ocurre por una visión externa, sino una vista interior. No es una revelación objetiva, sino subjetiva.
Además, Pablo dice que le agradó a Dios revelar a Su Hijo en él … Nada es más grato para Dios que develar, revelar, la persona viviente del Hijo de Dios. (La conclusión del Nuevo Testamento, págs. 3393-3396)
Lectura adicional: La conclusión del Nuevo Testamento, mensaje 324